/perspectivas
A veces cuesta levantarse de la cama incluso a sabiendas que te juegas la vida. Tan aplastado te sientes mullidito en los edredones que mantenerte ahí por más tiempo puede que te estés jugando la vida. Y en plena inconsciencia salto del llit y ya estoy subido en la cabra. Portentosa cabra que te pasea apenas sin darle siquiera las gracias.
En un abrir y cerrar de ojos en el pueblo de Benilloba que no se de qué me suena. Quizá algún amigo o cono cido sea de aquí. Quien sabe.... y el sueño que tuve la noche anterior de ganar el Alto de Confrides por su cara norte se cumple casi sin sudar, casi sin tirar alguna foto, casi sin pedalear. Igual sigo entre sabanas y nada de esto es real. Por cientos de miles de kms desciendo de aquí a Callosa d’ Ensarriá, kms en los que me cruzo con miles de ciclistas, todos en dirección contraria, o sea, en subida, de los más diferentes pelajes, eso sí, todos guiris. Alguien los ha puesto ahí previo pago de unos cuantos euros unos sobre otros o previo paso de tarjeta por banda magnética. En cualquier caso resulta llamativo el tirón que tiene en el extranjero esta forma sibilina de sufrir: sobre una bicicleta de carrera que no te pertenece, en tierra extraña, con un culotte y un maillot prestado, el biberón de garrafón, el sudor postizo...o no.
Ahora en subida hacia Bolulla y encima Tárbena ya no veo los guiris de cara; ahora me adelantan. Parece que siempre suben. Nunca bajan. Tan bien equipados y disciplinados. Parecen rayos que no cesan. No cesan de subir y me adelantan sin saludar. Ni en mi idioma ni en el suyo. Quizá han olvidado los buenos modales que de seguro en sus pueblos practican cristianamente.
Y más allá de Tárbena sobre un cruce dirijo mi rodar hacia Castell de Castells, que parece un destino poco o nada turístico, porque dejan de adelantarme otros ciclistas que como yo tienen destino. Algún destino que sólo ellos saben, como yo sé el mío. Ni se sabe los kms que llevo rodando, porque ahora caigo en que esto no es un sueño, y los kms caen uno tras otro como caen sobre estas cabras velocísimas. Y subo un puerto más y a la caída aprieto los dientes y paso veloz el pueblo de Castell y ya estoy subiendo de nuevo y vuelvo a bajar, y otros pueblos que se encadenen uno tras otro y yo sin poder parar, más que con los dientes apretados venga a rodar y rodar.
Y así pasa el día y sin avisar caigo de la bici en el justo momento en que llego al coche que me trajo hasta este bonito y apartado pueblo del Comtat alacanton. Acaso bebí agua en algún momento y comí lo que llevaba, porque en los bolsillos nada queda. Si el gasto he hecho, bien hecho supongo que estará. Y al arrancar el motor nada siento. Y al poner en marcha el rum rum de la radio nada siento.
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