..DOS CILISTAS ENAMORADOS..
De nuevo las Sierras de Albarracín en época otoñal, un regalo para los cinco sentidos. Seguimos la traza de un viejo conocido, el gran Aníbal, un tipo que todo lo que rueda lo convierte en clásica por hacer. La que le tomamos prestada ahora se hace en una jornada, pero nosotros la partimos en dos, sabedores de que los parajes que visitemos necesitarán tiempo para degustar, para ser respirados con tranquilidad.
DÍA 1Por las viejas callejas de la antigua ciudad dos ciclistas enamorados en busca de la Plaza del Torico. Desayuno entre amantes que pasean su felicidad en la fría mañana otoñal, abandonados en sus menesteres, la deseada soledad compartida.
Salida de la capital turolense para ir a buscar el río Turia, o río Gualadaviar, que ni las gentes del lugar saben hasta dónde se llama de una manera y cuándo comienza a llamarse de la otra... Enseguida dejamos la brea y por pista bien sentada junto al caudaloso río nos plantamos en San Blas. Aquí comienza un fabuloso congost que por unos tres o cuatro kilómetros, hasta el Embalse del Arquillo, nos hace olvidar absolutamente todo, absortos en tanta belleza. Un paseo excepcional y más en estas fechas otoñales. Indispensable. Algunos tramos con escaleras, y sobre todo para salir en el Embalse. Una vez fuera, por el páramo, se ganan kilómetros rápido. Se visita la Ermita de Santa María y algunos otros santos..., y finalmente se baja la Cuesta Teruel para entrar en el bonito pueblo de Gea de Albarracín y su hermosa vega junto al Guadalaviar. Festejamos un rato con las gentes del lugar y salimos por el Barranco del Comedor. Una zona bastante rota, donde hemos de echarnos la bici a cuestas algunos tramos. De últimas ganamos el Alto de las Quebradas, desde donde ya se divisa la formidable Albarracín, Patrimonio de la Humanidad, sin duda el pueblo más bonito del país. Comemos algo y siempre en bajada hasta entrar en la ciudad.
Salimos de la formidable Albarracín por la carreterilla que lleva a Bezas. Algún mirador y enseguida las pinturas rupestres. Estamos en el Parque Natural de los Pinares de Rodeno, un lugar mágico que ya en épocas prehistóricas fue poblado por los mejores artistas del planeta. Aquí se refugiaron grandes pintores y pensadores, dejando una huella indeleble en cuevas y abrigos. Se deja el asfalto y se sigue en subida por un buen rato. Parajes excepcionales. Al tiempo se sale de nuevo a asfalto y se llega al Centro de Interpretacion de Donarque, con su Fuente Buena, que encontramos seca, por lo que no podemos catar sus cualidades. Luego de nuevo por pista ancha en subida, la segunda tachuela del día, hasta un collado donde se puede seguir hasta el Alto de la Cruz. Nosotros seguimos en busca de la Laguna de Bezas. Toca bajar por un buen rato hasta llegar al idílico paraje de la laguna. Dejamos pasar el tiempo tumbados al frío sol y damos cuenta de los bocatas. Luego el camino nos mete en el abandonado pueblo de Las Casillas, un idílico asentamiento que hoy sólo visita el viento, el solitario y frío viento. Las fotos y seguimos camino, que por un trecho debemos hacer por una propiedad privada en la que han puesto unas hermosas cadenas (qué manía tienen algunos...). Las sorteamos para entrar y para salir. Algunos repechos antes de entrar en el pueblo de El Campillo, con su bella y algo vetusta iglesia mudéjar que refleja su figura en el lago lleno de patos, y su pequeño bar tan acogedor. Salimos del pueblo por caminos un buen rato y en un cruce tomamos una divertida senda en bajada que nos hace despertar de golpe y ponernos las pilas. Un barranco que parece no tener fin hasta que de últimas nos escupe a la Vega del Turia, ya muy cerca de Teruel. Los últimos kms bien suaves y rápidos por asfaltos olvidados. La coqueta ciudad duerme la siesta y dos ciclistas enamorados recorren las viejas callejas, tan amadas.
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