“Il paradiso più incantevole è dove meno te lo aspetti. Magari proprio fuori la tua porta”, Cipriano Rino.
Como todos los grandes ríos, éste también nace donde nadie sabe y muere igual donde vete tú a saber. Como los grandes sueños o las inconfesables locuras. Quizá lo haga entre la Luna y Marruecos, en las fronteras invisibles de los paisajes perdidos, nunca vistos ni pisoteados... Como una rambla más, ahí va el Río CHÍCAMO abriéndose paso desde la vertiente sur de la formidable cadena de las Montañas de Algayat, regando primero las fértiles huertas de la fronteriza Barbarroja y luego dando vida a los paisajes desolados, lunáticos, extragalácticos de más allá. Succionados, abducidos, fagocitados, desaparecidos vamos perdidos en lo más frofundo del barranco. Y como un milagro el agua que vuelve a hacer acto de presencia.
Por entre los cañaverales, de debajo de las piedras, los rincones más oscuros e impenetrables, el universo en miniatura, toda la grandeza en un puño. Imposible avanzar montados, casi imposible avanzar desmontados. Igual peleamos cada palmo de terreno para no sabemos bien qué. Ya poco importa. Sólo avanzamos. A duras penas... Hemos cruzado el río tantas veces que ya ni sabemos cuántas veces lo hemos cruzado. La fría agua por las rodillas y otras hasta el cuello, muchas de ellas. Y seguimos y seguimos. Y más abajo se oye la algarabía de gente bañándose en las pozas del Río CHÍCAMO. Tiramos las bicis y desnudos nos zambullimos también nosotros en las aguas como chocolate, magia de vida, en un beso eterno con el río y sus gentes del que ya nunca despertamos.
Por entre los cañaverales, de debajo de las piedras, los rincones más oscuros e impenetrables, el universo en miniatura, toda la grandeza en un puño. Imposible avanzar montados, casi imposible avanzar desmontados. Igual peleamos cada palmo de terreno para no sabemos bien qué. Ya poco importa. Sólo avanzamos. A duras penas... Hemos cruzado el río tantas veces que ya ni sabemos cuántas veces lo hemos cruzado. La fría agua por las rodillas y otras hasta el cuello, muchas de ellas. Y seguimos y seguimos. Y más abajo se oye la algarabía de gente bañándose en las pozas del Río CHÍCAMO. Tiramos las bicis y desnudos nos zambullimos también nosotros en las aguas como chocolate, magia de vida, en un beso eterno con el río y sus gentes del que ya nunca despertamos.
Recibimos el primer verano del 18 con un plan de los buenos. Ganar la capital pimentonera desde El Campello y Mutxamel procurando tocar el mínimo asfalto y atravesando el colosal y muy mítico Río CHÍCAMO. Los Hermanos del Pedal por el Aeroclub y las pistas y carreterillas del Norte de SanVicente y sus pedanías aún dormidas.
El avance rápido siempre a Poniente hasta enlazar con la Vía Verde de Agost. Y más allá por la cara Norte de la Sierra de las Águilas entramos en la engalanada Orito con su hilera de feligreses..., se ve que es día de reclamo. Pasado Orito algún despiste para salvar la vía férrea del AVE, y luego por sendas cruzamos el Río Vinalopó y entramos por kms y kms en el cauce del desconocido Río Tarafa, una vía para caminantes muy cuidada, marcada y claro, utilizada por los feligreses de Orito. Pasamos Aspe y continuamos dirección Hondón de las Nieves ahora encajados en un fantástico sendero. Ya en el pueblo sentados en una terraza, los bocatas, las cervezas y las vistas a la petada de guiris, en su mayoría ingleses, que pasean el pueblo, todos tan festivos. Parecemos estar en el Far West, eso sí, a la española, tipo spaghetti... Igual lo estamos. Para ganar el otro Hondón, el de los Frailes, tomamos una pista asfaltada que nos lleva primero a la pedanía de Bayó y luego a un merendero. Hemos subido un rato, la primera tachuela de la jornada, cuando sumamos más de 50kms! Estamos en el punto a mayor altitud de la ruta para luego caer a Hondon de los Frailes y continuamos a la fronteriza Barbarroja. Es así como entramos en la Provincia de Murcia y enseguida por la Rambla del Río CHÍCAMO, el plato fuerte del día. Nos sorprende el terreno tan pedregoso haciéndose el avance lento. Luego el agua y al tiempo la jungla, con muchísima dificultad pasando las bicis de forma milagrosa entre cañaverales y el agua corriendo por todas partes.
Así entramos en la zona más espectacular del río, el Estrecho de El Cajer, donde sólo se puede avanzar entrando en el cauce y pasando las sucesivas pozas que ha labrado el agua a su paso con las bicis voladas. En una de ellas echamos el rato bañándonos. Un lugar único, maravilloso. Cuesta luego salir, tampoco queremos irnos, y cuando lo hacemos, por kms seguimos encajados en el río, que vadeamos en incontables ocasiones. Los paisajes en nada desmerecen las postales más hermosas de la hermana Marruecos. Cerca de Abanilla dejamos el río y nos encaramamos en el pueblo. En su plaza las cervezas, los bocatas y la charla con las gentes del pueblo, que se vuelcan en explicaciones para ayudarnos en nuestra deriva. Tan amables, piensan que les entendemos, y a tramos, así sucede...
Así entramos en la zona más espectacular del río, el Estrecho de El Cajer, donde sólo se puede avanzar entrando en el cauce y pasando las sucesivas pozas que ha labrado el agua a su paso con las bicis voladas. En una de ellas echamos el rato bañándonos. Un lugar único, maravilloso. Cuesta luego salir, tampoco queremos irnos, y cuando lo hacemos, por kms seguimos encajados en el río, que vadeamos en incontables ocasiones. Los paisajes en nada desmerecen las postales más hermosas de la hermana Marruecos. Cerca de Abanilla dejamos el río y nos encaramamos en el pueblo. En su plaza las cervezas, los bocatas y la charla con las gentes del pueblo, que se vuelcan en explicaciones para ayudarnos en nuestra deriva. Tan amables, piensan que les entendemos, y a tramos, así sucede...
El sol aprieta bien fuerte hace ya tiempo, pero ahora, con la barriga llena, parece que el golpe es todavía más profundo. Aún así avanzamos por pistas medio perdidos hasta enlazar con el Canal del Trasvase Tajo-Segura. Lo tomamos y seguimos dirección Embalse de Santomera. Toca subir un buen rato, la segunda tachuela del día y quizá la última. Esta zona es particularmente hermosa, con frondosos bosques de pino mediterraneo y algunas sendas de infarto.
Estamos cada vez más cerca de la capital. Cruzamos la autopista y luego también una urbanización de bastante lujo. Mucho. Así llegamos a Monteagudo, emblemático pueblo con su enorme Cristo en lo alto del risco. Parece que se vaya a desplomar en cualquier momento, pero no lo hace, al menos en el tiempo en que disparamos las fotos. Hoy, mientras escribo estas notas, imagino el pueblo a sus pies arrasado por tamaña piedra y a nosotros sobre las bicis huyendo despavoridos de la absoluta desolación. Luego, la kilométrica recta que sí o sí nos mete de lleno en la ansiada capital murciana. Recorremos embobados sus avenidas, algunas fotos y directos a la Estación del Tren.
Justo llegamos para ver el culo del convoy desapareciendo tras la curva. Compramos los billetes del siguiente Cercanías y a esperar en una terraza. Las risas, las cervezas, el bocata de atún de Javi, las murcianas tan guapas y elegantes... Jordi se despide y pone rumbo a El Siscar, donde le espera su familia. Al rato Javi y yo en el vetusto tren de cercanías. Las bicis encajadas junto a las de otros dos bikers. El reconfortante traqueteo y los pueblos con sus apeaderos, y las gentes que suben y bajan de forma aleatoria, quizá debido al siempre misterioso libre albedrío.... Algunas pimentoneras guapísimas todas, algunas otras guiris, tan altas y pálidas, algunos marroquíes con sus canciones y su alegría.
En la Terminal de Alicante, el tiempo justo para, lanzados, tomar el TRAM a SanVicente. Lo conseguimos, y al llegar a Sanvi, SORPRESA!: comienzan a caer gotas como puños. Por momentos llueve a cántaros, imposible dejar el techado del apeadero. Quizá media hora..., o más..., y sigue lloviendo. Con la noche cerrada y sólo las luces de posición en mi bici, bajo la lluvia, ya tenue, salimos de la ciudad bien calados y más cansados por el Camino de la Borratxina dirección Aeroclub de Mutxamel, donde nos esperan serviciales las aeronaves.
Un primer día del verano del 18 digno de enmarcar. Un día muyyyyy CHÍCAMO. En la Terminal de Alicante, el tiempo justo para, lanzados, tomar el TRAM a SanVicente. Lo conseguimos, y al llegar a Sanvi, SORPRESA!: comienzan a caer gotas como puños. Por momentos llueve a cántaros, imposible dejar el techado del apeadero. Quizá media hora..., o más..., y sigue lloviendo. Con la noche cerrada y sólo las luces de posición en mi bici, bajo la lluvia, ya tenue, salimos de la ciudad bien calados y más cansados por el Camino de la Borratxina dirección Aeroclub de Mutxamel, donde nos esperan serviciales las aeronaves.
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