Sin salir de la cama navego el río Seco hasta El Campello, donde me reúno con Javi y Jordi con la idea de hacer algo grande. Salimos del Poli y al cruzar el túnel bajo la autopista ya estamos en el mundo de las sendas y más sendas. No sabemos cuándo el tiempo se paró, y ahí vamos, una vez más, los amigos de siempre. Las conversaciones vienen y van, los planes vienen y van, como pájaros de la mañana cada vez volando más alto por los caminos y las sendas que llevan a Aigües. Va despuntando el sol y como por encanto ya en la plaza del pueblo repostando agua.
Y seguimos subiendo, y más allá del Preventori decidimos buscar La Colombiana, el Mortirolo, o como viene en los mapas, el Alt del Ginebral. Duro como pocos, retorcida senda que gana altura sin tregua en busca de la cara norte del Cabeçò. Y en lo alto las vistas impagables. De un lado privilegiado mirador del Alacantí, y del otro, las costas de Benidorm y La Vila y las altas cumbres recortadas del Ponoig y la Aitana.
Sentados bajo un almendro, los pies colgando del bancal y la mirada perdida en tanta belleza, almorzamos y charlamos. Sin prisa. El momento mágico en el que dejamos atrás el stress de los días sin fin en la ciudad, y los trabajos, y las familias, todas las obligaciones. Aquí y ahora, por un momento, libres. Y el silencio; solo los pájaros y quizá algún tractor a lo lejos, casi inaudible en el inmenso valle bajo nuestros pies.
De nuevo al lío, llegados aquí solo nos queda seguir adelante para ganar el Coll del Gañà y darle la vuelta al Cabeçó. Hemos volado sobre las bicis. Sin imprevistos echamos el rato en el famoso collado y decidimos bajar a todo trapo buscando siempre las sendas más locas. Volamos pegados a los farallones del enorme macizo del Cabeçò. Breves paradas para reconocer pasos por las altas cumbres que igual se podrían utilizar en próximas expediciones y claro, tirar algunas fotos. Pasamos veloces el Racó de Seva y ya enlazando las sendas que caen a plomo desde la zona de las Cuevas del Canelobre hasta la carretera de Busot-Xixona.
La adrenalina a flor de piel cuando entramos en el Meson 5 Hermanos. En la terraza unas cervezas y unos panchitos para festejar el cumple de Jordi. Hace muchos años que nos conocemos. Muchas las aventuras vividas juntos. Recordamos los primeros tiempos, cuando las sierras alacantonas nos parecían insalvables. Ahora sin embargo abrazamos medio mundo, y casi sin estirar las piernas... Hemos crecido tanto en este increíble mundo de la BTT, e igual aquí estamos, con la misma ilusión que cuando empezábamos, dispuestos a seguir haciendo historia. La esencia. Brindamos por los años cumplidos de Jordi, y también por nuestra amistad, que semeja brillar más fuerte que nunca.
Salimos del Mesón eufóricos y enseguida enlazamos con los barrancos que bajan hacia el río Seco. Con el fantástico track ya en la buxaca, cada pedal nos sabe a gloria. Con las vacaciones de primavera llamando a la puerta, nos despedimos en Bonalba. Una despedida especial entre amigos especiales. Sabedores de que es imposible despedirnos. Condenados a rodar juntos. La condena que sabe a gloria.
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