domingo, 12 de febrero de 2017

TRAV.CRT/ SIERRA NEVADA Y SIERRA DE FILABRES

HURACANES INFERNALES
Cuando se acerca un temporal a la Península, Almería es el mejor cobijo. Es así como ponemos rumbo a las sierras almerienses, sabedores de que las albaceteñas y turolenses van a ser barridas por la lluvia y el viento, dos de los enemigos mas 'majetes del ciclista, que junto a los perros conforman el triángulo del horror.
Junto al muy entrenado Pro, en modo cicloturista por una vez je je, me dispongo a saborear alguna de las comarcas más singulares del sur peninsular, y ya de paso llevarnos en la butxaca alguno de los puertos más renombrados del panorama internacional. 

DÍA UNO
Hubiese jurado que puse rumbo al Marquesado de Zenete, y al despertar nos topamos de frente la imponente fortaleza mongola de La Calahorra y al fondo la infranqueable cordillera blanca, Sierra Nevada, que más bien parece las montañas doradas de Altai. Ahí vamos en la primera mañana encarando el Puerto de La Ragua, tan felices subimos. Fabuloso espectáculo las inmensas llanuras y las montañas que se pierden. En lo alto del puerto los niños juegan con la nieve, y la pequeña estación invernal, tan familiar, funciona ajena al paso del tiempo.
En la bajada nos abrigamos con todo y caemos al pueblo de Bayárcal, ya en la comarca de la Alpujarra almeriense, aunque cualquiera diría que estamos en la provincia china de Xinjiang. Con el alma helada avanzamos por las laderas de las altas montañas de pueblo en pueblo. Los viejos sentados al sol nos miran extrañados con nuestros atuendos de otro mundo. En Laujar el bullicio, con los comercios abiertos y las gentes tirando petardos y cohetes en la plaza; comemos algo y seguimos camino por el valle que no acaba, tan fértil y lleno de casas y pedanías, y el agua desparramándose por todas partes. En el Puerto de Santillana la soledad que lo impregna todo, y al ganar altura el viento hace acto de presencia. El día va pasando y el sol se va acostando sobre las sierras nevadas. Más pueblos, la misma cultura. Abla, Fiñana, picando siempre hacia arriba llegamos al bello pueblo de Huéneja, donde mecieron Isabel y Emilio a mis primos Jose Emilio, Isabel y Aurora. Aún recuerdo los largos paseos entre las casas encaladas y los caminos a los huertos y el cantar de las luciérnagas en las oscuras noches de verano, allá por la más tierna infancia. Embriagado de recuerdos salimos del pueblo a poniente, el viento en la cara, buscando Dólar y luego Ferreira. Colgados de las montañas, ya con la noche en ciernes, entramos de vuelta en la impactante Calahorra, con su castillo mogol, el centro del Universo. 
La Calahorra
Puerto de La Ragua
Plaza de Toros de Paterna del Río
Laujar de Andarax
Sierra de Gádor
Ohanes
Tices
Abla

Fiñana
Huéneja
Dólar
Ferreira
DÍA DOS
El viento de ayer tarde, el huracán de hoy. Aun así, a las 8 a.m. desayunados y dispuestos a enfrentarnos al peor de los enemigos. Siempre en subida afilados a cuchillo ganamos Olula de Castro, sin saber cómo no hemos caído de nuestras monturas en más de una ocasión. Con un viento mantenido cercano a 50kms/h y rachas de más de 90, vamos dándonos cuenta de que tenemos que salvar el pellejo. Costar nos cuesta, pero se va imponiendo la cruda realidad... La gesta soñada de hoy por ganar los puertos de Velefique y Calar Alto, reconvertida en la gesta por salvar el pellejo. Ésta es una locura que puede resultarnos muy cara. Sin escapatoria, seguimos camino a Castro de Filabres. A cada pedal, en cada curva, cada pequeña vaguada, en subida o en bajada, sin avisar, a lo bestia, cada vez con más frecuencia, las rachas de viento hostigando nuestro quebradizo rodar. En el pueblo de Velefique, donde comienza uno de los puertos de montaña mas maravillosos de este extraordinario mundo bicicletero, una ráfaga nos tira. Solo los perros en la calle, nadie. Y nosotros cobijados en un portal de la plaza comemos lo que llevamos, repostamos agua en la fuente, y de últimas deshacemos camino ante la imposibilidad de encarar el puerto (pronto volveremos ;) Al entrar en Tabernas el viento casi nos vuela hacia los coches que nos pasan veloces por la Nacional. Lo que nos queda de aquí a Gérgal por carretera transitada sin duda es un auténtico suplicio. Así, preguntamos por un taxi y al rato nos recogen. Casualidad, el viejo taxista fue ciclista semiprofesional durante muchos años y platicamos alegremente, eso sí, con el extraño regusto de sabernos derrotados por el infernal huracán. 
Solo se vive una vez. A veces, una retirada a tiempo es una victoria. 
Gérgal
Olula de Castro
Castro de Filabres
Velefique

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