domingo, 4 de febrero de 2018

SEND/ RIOPAR invernal


RIÓPAR invernal
Fin de semana pasado por nieve y frío. Mucha nieve y mucho frío.
Los inviernos antes solían ser así.
No era novedad. Ahora parece que hay que aprovechar. No vaya a ser que no volvamos a ver nieve más que en las pelis o viajando al extramundo. Así nos plantamos la noche del viernes en Riopar con unos cuantos mapas para trekkear la zona, dependiendo de por dónde sople el viento, o la cantidad de nieve que nos encontremos.
El pasmo es mayúsculo al salir del coche. Intenso frío que se apodera de todo. Directos al Bar La Cuesta donde nos ponemos bien de comer y nos sacudimos el frío levantino. Ya hechos a la idea caminamos el pueblo, gélido, y nos vamos a planchar la oreja a Riopar Viejo. 
Dentro de los sacos todo el frío del mundo se convierte en fuego.

El fuego que despierta en la noche la vida.




Día uno/
verTRACK/ Riopar- BOSQUE DE MELOJOS
Alzamos el vuelo desde lo alto del Puerto en busca de la atalaya más bonita y más lejana. Sobrevolamos las mágicas montañas que tanto nos dieron y aún hoy nos siguen dando, tan generosas. Cubiertos de nieve en el Mirador del Mundo y luego por los cielos de siempre volamos y volamos. El largo camino por los Calares tan solitarios, la soledad compartida en los Tornajos. El frío intenso clavado de punta a punta en el valle abierto. Y en medio sentados sobre el tronco de roble tumbado, el pecho abierto de par en par. El frío se apodera de todo. Ya es dueño de todo. Y ahí seguimos, parados, sentados, ensamblados por la flecha que un día cruzó el valle de punta a punta y atravesó el pecho de punta a punta  con toda su sangre. Y con toda su fuerza que mata y que aviva la llama que un día prendiste y ahí sigue con su cálido haz. 

Mas que el frío el silencio avisa de la potente nevada. El silencio puede ser flojo o fuerte. Normalmente es flojo. Y fuerte en contadas ocasiones. Por ejemplo cuando se presta a nevar. Saco el pescuezo del vivac y ahí está el delicioso manto blanco. A cámara lenta la nieve cae y se posa con tanta dulzura. El manto blanco bajo el que desaparece todo vestigio de vida, de todo. Camino descalzo, desnudo, sigo las huellas de la nada, porque nada hay que seguir, nada hay donde ir. Camino descalzo, desnudo en medio de la noche y la lengua que recoge la nieve que cae, como de niño en la muy lejana Estación de Guadix donde nací. A donde vuelvo cuando dejo volar la mente bajo la capa de nieve que dulce se posa sobre mi piel desnuda, descalza. 

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