CONFRIDE N T E S
Pasear con los amigos de siempre es un placer que disfrutamos en pequeñas dosis. Como las mejores esencias en sus diminutos frascos, ya no hace falta nada más. Ahí vamos nuevamente dispuestos a disfrutar de un día especial.
Llegados al muy pirenaico pueblo de Confrides nos encontramos con una carrera de montaña que tiene el pueblo revolucionado. Tomadas las calles por cientos de coches nos toca aparcar donde Cristo fue a cagar.
Así es como comenzamos la caminata en el extraradio del pueblo;)) Ya en ruta enseguida ganamos altura y por una senda estupenda entramos en un barranco y venga arriba, por momentos perdidos cruzamos un torrente, donde nos refrescamos. Aquello parece no tener fin, y el Castillo de Alfofra al que vamos en vez de acercarse parece alejarse. Igual seguimos incansables y con la moral intacta. Por fin ganamos un pequeño collado, pasamos un canchal y enfilamos el último arreón. Es así como llegamos los pies del gran farallón en cuyos riscos más altos descansan los restos de la muy antigua y legendaria fortaleza musulmana. Vencidos quedan en el collado Josele y Javi, encaramándonos a lo más alto el resto de la expedición.
La atalaya realmente es magnífica, una reliquia de la gloriosa época árabe, época que tan buenos músicos y mejores escritores dejó en el ajetreado devenir hispánico. Desde lo más alto oteamos el inmenso valle de Guadalest a nuestros pies, hasta las costas de Altea y Benidorm, y la hermana Argel un poco más allá del trozo de mar... Las montañas de la Aitana, Serrella, Aixortà, Bèrnia..., nada pasa desapercibido desde el privilegiado mirador.
En la bajada de regreso al pueblo equivocamos un par de veces el trazo, saliendo castigados con la maleza y las zarzas. Es así, medio ensangrentados, como llegamos a El Pirineo dispuestos a comérnoslo todo. Luego paseo y siesta sobre una loma 'almohadillada' con el pueblo y el castillo cerrando el paisaje.
¡Que no pare la fiesta!!
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