'En poco tiempo, esto habrá pasado hace mucho tiempo', Slow West
Una mañana surrealista por la Zona O del inmenso incendio que a mediados de agosto asoló el corazón de la Marina Alta. Un maldito rayo provocó un incendio en el Barranquet del Escaldador, cerca del pueblo de Vall d'Ebo. Luego a lo largo de la noche los fuertes y cambiantes vientos hicieron que creciera a lo bestia en tres direcciones. Cuando los medios aéreos contraincendios aparecieron a la mañana siguiente aquello se había ido por completo de madre. Pasaron los días y el enorme esfuerzo por controlarlo. Miles de hectáreas calcinadas. Un territorio inmenso de un valor superlativo fue pasto de las llamas.
Hoy, junto al Capitán Pedales, hemos rodado por la Vall de Gallinera y la Vall d'Alcalà, esta última totalmente arrasada por el fuego. Tardaré días en sacudir de mi cuerpo el olor a humo, a muerte. Lo que no sacudiré nunca será la sensación de impotencia y la desolación tan grande que he sentido en mi deambular por estas amadas tierras de la Marina Alta.
Bien temprano en Planes de la Baronía, que paseamos con sus habitantes aún entre sábanas. Rumbo al Salt del Gorg y más allá ganamos el Coll de Benisili, puerta de entrada a la Vall de Gallinera-. El terreno favorable, casi todo por asfalto y en bajada, por la vía principal y unos cuantos 'atajos'. Ni rastro de incendios, si bien el olor a quemado es muy fuerte. En nuestro avance hacia el Este entramos en Benirrama, que fue evacuada. Hay lenguas de tierra y pinos que ardieron a las puertas del pueblo, y las laderas del Castell y del Miserat lucen negras como el tizón. Luego salimos a la carretera principal y ya en l'Atsubia comienza la ascención al Miserat. Es una subida dura. Mucho. Con paredes al 20%. Al poco ya todo quemado. El fuego se cebó con todo. Absolutamente.
Subimos y subimos impactados por lo que vemos. Ya arriba salimos a la carreterilla que viene de Pego y sigue en franca subida hasta el Coll del Miserat. Cuando por fin lo ganamos comemos algo y seguimos la ascensión hasta las antenas. Las vistas son aterradoras. Charlamos con el guarda forestal que nos cuenta cómo se inició el incendio y todo lo que en esos lúgubres días y noches aconteció.A la bajada entramos de lleno en la Vall d'Alcalà, en el infierno. Por un buen trecho sobre asfalto, que parece que te distancia del horror. Y más adelante tomamos una senda marcada como PR que lleva muy cercana a la divisoria de las montañas entre Alcalà y Gallinera-. Pronto pie a tierra. A tierra quemada. Ahora la distancia con la desgracia es nula. También nosotros somos pasto de la llama. El avance es particularmente lento. Como si estuviéramos en un campo de minas. O en una zona arrasada por la guerra. No hay pájaros, ni conejos, ni insectos, ni abejas. No hay cabras ni gente. No hay nada que ver y los ojos como platos... Sólo la más absoluta desolación. Muerte y desolación. El viento y un calor inmenso. Y el olor a quemado que lo impregna todo. Empieza a dolerme el estómago. Me siento mareado. Podría vomitar. El agua se acabó hace ya y camino tan despacio que no sé si voy o vengo. Alberto aparece y desaparece. Algunas veces a lo lejos por delante. Otras creo que me da conversación.
Hemos montado a ratos sobre las bicis y la mayoría la llevamos del ramal. Los campos quemados. Collada tras collada y aparece al fondo La Foradà, tan emblemático lugar. Las lágrimas secas. A donde miramos todo negro. O blanco. Blanco ceniza. Los caminos de siempre ahora reventados por el fuego. Viramos al Sur en busca de Alcalà de la Jovada y nos damos de bruces con el despoblado morisco de l'Atzeneta. ¡Cuántos incendios verían siglos atrás otros moradores, los hijos de al-Azraq!!
Entramos en Alcalà deshidratados, mareados, al borde de la locura, y directos a la Fuente de al-Azraq. En su sombra un paisano nos regala unos tomates, con los que aderezamos los bocadillos envueltos en sudor que llevamos. El tiempo pasa y el malestar permanece. Sigue el fuerte dolor de estómago y la sensación de mareo. Ya no sé si incubo algún mal y si éste se debe al hostigamiento que siento en lo más profundo de mi ser. El dolor está servido.
El termómetro marca 37ºC cuando levantamos el culo y decidimos acortar la agonía. Así, ponemos rumbo al Este, hacia Tollos. Los mismos paisajes en blanco y negro. El mismo olor a muerte. Chamuscados. Ganamos la hermosa pedanía de Beniaia, vacía. El fuego llegó a sus puertas, salvadas sin duda por los bomberos. Más arriba un desvío a derechas y seguimos subiendo entre mares, océanos de campos y montañas calcinadas. Llevamos kms sin ver otra cosa. Sólo desolación.
Por fin ganamos el punto más alto de nuestra ruta y ahora en bajada más de lo mismo. Será más adelante, ya en tierras de El Comtat, con la Sierra de Almudaina a un lado y entrando en Benialfaquí cuando volvemos a la vida. Aquí el fuego se detuvo. Aquí las mujeres y los hombres que durante días, semanas, lucharon a brazo partido, consiguieron parar la violencia. Tomamos agua de la fuente y comprobamos que la torre triangular del minarete de la antigua mezquita sigue teniendo tres caras. Ya solo nos queda dejarnos caer a Planes para cerrar el track.
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