g a i a /madre tierra/
travesía-vivac s i e r r a de a i t a n a
un paseo por las alturas
Hace ya algunos años que dedico parte de mi tiempo a impartir clases de Educación Física en el I.E.S.Gaia, un estupendo Centro educativo público del Alacantí. Es así como estoy en contacto con jóvenes cuyo desarrollo físico e intelectual está en plena maduración. Interactuar con ellos, sin duda una alta responsabilidad, le da un valor extra a mi vida, obligándome de alguna manera a ser mejor persona de lo que ya de por sí soy (quien crea que exagero que le pregunte a mi madre:)
En esta línea, procuro contagiar a mis alumnos la pasión que siento tanto por la actividad física en general como por conocer y disfrutar de los espacios naturales. No es fácil presumir en esta sociedad de ganarse la vida con algo que te apasiona. Yo lo hago.
Así, año tras año planifico actividades deportivas en la natutaleza porque es mi hábitat natural y también por su alto valor educativo (preservación de la naturaleza, forma de conocerse a sí mismo, compañerismo, actividad deportiva...). En este sentido es muy importante que sepan reconocer los múltiples usos que estas actividades tienen en las sociedades modernas, y las salidas profesionales que de ellas se derivan.
Este año toca disfrutar con un entusiasta grupo de jóvenes de 2º de Bachillerato, optativa E.F. II, que desde el primer día de clase se han volcado con la asignatura. Grandes deportistas y mejores personas, un placer compartir con ellos un rato en las mañanas del instituto, y también organizarles salidas espectaculares, como ésta.
Así, el plan es que conozcan uno de los espacios más emblemáticos de la provincia en una caminata exigente y puedan saborear el placer de dormir al raso, sin otro techo que las estrellas, a la intemperie.
Serán 24 horas, de 5 de la tarde a 5 de la tarde, ya entrado el otoño, cargados con mochilas y compartiendo el camino.
Todos los problemas y las dudas quedan atrás cuando por fin echamos a andar en el pueblo de Alcoleja. Aún con el GPS en mano, nos despistamos en el Camí Vell de la Aitana, que nos ha de llevar a la Font de l´Arbre. Bien empinado el camino, cada vez más altos, la tarde cayendo lentamente hasta quedar atrapados en el centelleo de linternas y frontales, como luciérnagas, sumidos en la oscuridad. Caminamos rápido, decididos, y tras un pequeño receso en la Font de l 'Arbre, seguimos por pista, siempre subiendo, hasta la Font de la Forata, nuestro destino para dormir.
Mas que caminar flotamos, abducidos en una atmósfera limpia y relajada, sin más preocupación que disfrutar del momento, que semeja único.
Llegados a la fuente, montamos el vivac y cenamos. Ya dentro de los sacos, el silencio se va adueñando de todo. Da pena dormirse con el espectáculo que se abre ante nuestros ojos: la Vía Láctea y cientos, miles de constelaciones luciendo un cielo infinito. Cada uno contará su noche, cada una diferente. Dormir al raso, el hotel de las mil estrellas, el hotel de todas ellas..., una experiencia única.
Con las primeras luces el campamento se despereza. No tarda todo el grupo en ponerse en marcha. Aseados y desayunados, recogemos el vivac y después de la foto de grupo en la Font de la Forata ya estamos camino de la Cueva de los Maquis. Nos sorprende lo angosto de la entrada y también de la salida, donde hemos de hacer una cadena ayudándonos para salvar las rocas y descolgar las mochilas. Joan nos habla de los tiempos de después de la Guerra Civil, cuando tantos y tantos republicanos debieron esconderse en las montañas para salvar sus vidas, y con la esperanza de derrocar al dictador.
Al salir de la cueva encaramos el Paso de la Rabosa, única forma de ganar la cara sur de la montaña. Ya en ella, nos despojamos de las mochilas para coronarla. Estamos en el techo de la provincia, a 1560 metros de altura. Bien cerca de las antenas, sobre un mojón de piedras, en lo más alto. Impresionantes vistas, a nuestros pies divisamos justo el lugar donde pasamos la noche... Foto de grupo y ahora sí, retomamos la senda que, cresteando toda la sierra, nos ha de llevar al Coll de Tagarina.
Mientras almorzamos nos llama la atención el montón de atletas haciendo carrera de montaña que pasan junto a nosotros. Encaramos la última rampa fuerte en subida para ganar el alto del Penyó Mulero. Luego, un descenso muy duro, cargados con las pesadas mochilas en un terreno muy empinado y empedrado, el cansancio acumulado y el sol en lo más alto golpeando fuerte. Los chicos, incansables, se lanzan al vacío. Todos menos Sara, que lleva ya tiempo con muchos problemas, y también Joana, con sus tobillos al límite.
Poco antes de salir a la pista del Barranc de l´Arc, cobijados del fuerte sol bajo unos pinos, nos reagrupamos para la comida y descansamos un rato. Con el agua escasa y las fuerzas justitas, afrontamos el último tramo de la travesía. En una casa sobre el camino nos dan agua y se presta el dueño a acercar a las dos chicas con problemas a Sella. Serán los últimos kms, caminados a buen ritmo, ya divisando el pueblo a la salida del valle.
Sumamos 26 kms y casi 1300 m+ y 1600 m-.
Ese extraño hormigueo cuando algo acaba... toca despedirse. Sin saberlo, algo tan sencillo como compartir el camino en una situación extraordinaria nos une y nos unirá por siempre. Es la grandeza de la montaña.
Más que palabras de agradecimiento para el grupo de chicos y chicas: los tres Danis, las dos Marías, Angélica, Raúl, Susana, Sergio, Joanna, Sara y Yuri, Lo habéis bordado! Y también para mis compañeros Jorge y Joan, que me han descargado de trabajo y responsabilidad, posibilitando que todo saliese rodado, y haciendo que pudiese disfrutrar como uno más de la travesía.