jueves, 23 de abril de 2020

COVID19/ me llamo Ángel

Me llamo Ángel
Siempre me ha gustado mi nombre. Mucho. De peque mi madre me decía que tenía un ángel y cuatro demonios. Me hizo sentir afortunado y querido, y aún hoy lo pienso.
 
Cumplí 57 años el año pasado y eso también me hace pensar, a veces. 
He procurado caminar en la vida por el lado sencillo. Cuando me preocupé por la gente tuve problemas. Ahora la gente no me preocupa y soy feliz. 
Busco la belleza en la naturaleza, que me parece el más fabuloso de los regalos. Y también la encuentro en las pequeñas cosas, en los detalles ocultos que lucho a diario por descifrar. Me encanta jugar con mis hijas y mi mujer, el núcleo que me ha dado estabilidad y poder.
Soy franco con la gente, también dominador, embaucador, entusiasta y zalamero. Todo eso a veces me ha generado problemas, otras en cambio me ha dado alas. Procuro pulir aquellos rasgos de mi personalidad que me afean y embrutecen, ya no por la gente que me rodea, que también, sino sobre todo por mí, por el respeto que me tengo. 

También he aprendido a respirar, no el simple hecho de hacerlo, en plan animal, sino a ser consciente del tiempo a través de la respiración. Ese alucinante detalle me llevó no hace mucho a comprender que si era capaz de concentrarme en la respiración, todas las preocupaciones se diluían, dejaban de tener importancia, o encontraba soluciones fácilmente, o me encontraban ellas a mí. 
Vivo el presente con una enorme ilusión; he dejado de ser esclavo del pasado, real o imaginario, y aún mejor, del futuro, que tanta ansiedad produce. 
Sólo ante mí fluyo espontáneo dueño de mi presente, a juego con el color de mi pelo, el principio de todo, el abrazo de la felicidad. Un abrazo que me protege y me insufla una fuerza inusitada.
 HACIA RUTAS SALVAJES

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