A mis tíos Joaquín y Manuel, que me enseñaron a amar en mi más tierna infancia, con su infinita paciencia, a lomos de sus mulos y yeguas, las faldas del Cerro Jabalcón, de las que nunca me voy. Los grandes espacios deshabitados donde la naturaleza lo puede todo están en nuestro país a la vuelta de la esquina. Por ejemplo la Sierra de Baza, una sierra intermedia que pasa desapercibida junto a su hermana mayor Sierra Nevada. Como si no existiese, ¡qué gran virtud ésta!
15/02/20.día uno/A la mañana en la churrería Garpe dispuestos a darlo todo una vez más los hermanos del pedal Aquí hay BTTema. Cargados de petates y mochilas ya vamos encaramándonos a la Sierra, tan alta y lejana, y tan llena de nieve. Elegimos los senderos del GR7 por los barrancos de Narváez y otros, tan bonitos como difíciles. Igual avanzamos con la fuerza que nos caracteriza. Ganamos altura rápidamente y en el Cortijo de Santa Olalla la cosa sigue igual de interesante.
Más arriba por Canaleja Baja salimos a pista abierta, y por la Alta nos sorprenden los primeros bancos de nieve. Al principio mucha risa y postureo. Al tiempo aquello se anima y el avance se hace realmente penoso. Por cara norte los neveros hacen de las pistas un paraje intransitable. Le pillamos en tranquillo a rodar sobre la nieve y a ratos ganamos tramos sin descabalgar. Tan divertido como cansado y peligroso. Los pies hace ya tiempo calados, las bicis, desaparecidas bajo el manto de barro, y ahí vamos con la penitencia. Pasados Los Prados del Rey el camino se bifurca, y a derechas le tiramos al Collado del Resinero con el ansia de pensar que del otro lado ya no habrán más neveros. Estamos a 2100 metros de altura y paramos a comer. Pero al reanudar la marcha la cosa empeora. Los bancos de nieve se convierten en un todonieve. Calados hasta las trancas, reventados del esfuerzo y sabedores de que la noche nos atrapará muy lejos de nuestro destino. La aventura es la aventura...
Varias fuentes a nuestro paso: los Pavos, de los Murciélagos, Don Diego, siempre perdiendo altura poco a poco los neveros dejan paso a tramas más largas en las que por momentos volamos! Por la Pista de Gor a Charches enfilamos el Arroyo de Borrubia y sus deseados Álamos Centenarios, una magnífica joya de la naturaleza que apenas podemos intuir, pues nada más entrar comprobamos que no hay rastro de los senderos bajo la nieve. Con la noche en ciernes no tenemos otra que deshacer camino y salir de nuevo a pista abierta. Así, ganamos el bello Mirador de Barea y más adelante salimos a la carreterilla que cruza la Sierra de Norte a Sur, de Caniles a Escullar.
Junto al Pico Padilla comemos algo, nos abrigamos todo lo que podemos y encendemos las luces de las bicis. En un continuo sube y baja ganamos Las Tablas, Piojares, el Cortijo del Puntal y el Arroyo de Uclías, que cruzamos penosamente. La más completa oscuridad a nuestro alrededor y arriba, en el cielo, un reventón de estrellas como pocas veces. Frente a un cartel anunciando la presencia del abandonado pueblo minero de El Tesorero, apagamos las luces y contemplamos absortos la inmensidad del Universo. El tiempo se para.
El último tirón hasta el poblado de Benacebada lo hacemos por inercia. Son cerca de 12 horas dando pedales cuando llegamos a la aldea. Y justo a la entrada nos topamos con Ángel, el guarda, el dueño del bar, el alcalde pedaneo, ¡nuestro salvador! Sabíamos de él, pero no habíamos podido ponernos en contacto. Y ahora, en un golpe de suerte, nos lo encontramos como una aparición. Tras presentarnos, se hace cargo de la situación y no tiene reparo alguno en abrirnos una cueva y proporcionarnos toda la leña para pasar la noche.
La chimenea a pleno pulmón, la cena y las risas, los sacos tirados en el pequeño habitáculo..., a veces la fortuna te da la espalda, a veces te abraza.
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Con las primeras luces Jordi avivando el fuego. Hemos dormido como troncos y toca levantar el campamento, un ritual que tenemos bien ensayado jeje. Nos despedimos de nuestro salvador y ya dando pedales caemos al Arroyo de Balax y visitamos Los Cortijillos, Vergara el Bajo, las Rayas y Los Tranquilos, cortijadas abandonadas o casi, recodos junto al río de una belleza salvaje, impactante.
En Los Rodeos por pista abierta salimos del bello barranco y por Las Agualejas rumbo a Poniente llegamos al Arroyo de Uclías, que cruzamos por el Cortijo del Carnicero, abandonado. Vamos cruzando la Sierra de Baza de Este a Oeste, con un perfil típico de dientes de sierra, alzándonos sobre miradores y cayendo a profundos barrancos que esconden aguas cristalinas y parajes de inigualable belleza. Las vistas impagables por el Cerro del Tinado, Peñón de Folín, Puntal Alto, alguna cuerda por pistas y sendas olvidadas para caer al espléndido Arroyo de Moras por el poblado de Los Olmos. Algunas gentes en su Área Recreativa nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos. La charla como el agua.
Reconstituidos, salimos de la aldea en fuerte pendiente y bien arriba sobre asfalto remontamos hasta el Collado Bastidas, donde tiramos las bicis y buscamos sombra para comer lo que nos va quedando. Repuestas las fuerzas la bajada rápida al río Gállego. El sol en todo lo alto y por delante el último atracón de cuestas. Lo afrontamos sin prisas, con las fuerzas justas y la sonrisa del que sabe que el trabajo ya está hecho. Al ganar altura de nuevo los amplios miradores a las sierras andaluzas: Filabres, Calar Alto, Tetica de Bacares, Estancias, María, Lúcar, Orce, Sagra, Cazorla, Jabalcón, todas ellas cerrando la Hoya de Baza, ese antiguo mar interior que hace miles de años fue la casa de los Primeros Pobladores de Europa.
Ganamos Las Balsillas con sus casas y sus balsas y sus campos de almendros tan vistosos estos días de invierno, repletos de flores. En un cruce a derechas hacia la Fuente del Pino por la Cueva Mora y la Hoya de las Grajas. Pasados los Cortijos Boticario y Cortezuo entramos en el Barranco del Diablo. Hace tiempo que más que bajamos, y la pista bastante rota nos hace agarrarnos fuertes para no caer, cargados de bultos como vamos. En un pequeño collado, el bonito Cortijo de Barea con sus campos de cerezos. Luego los Llanos del Chaparral y el Barranco de Granada. En el Cortijo de las Sardinas aparece Baza como por arte de birlibirloque, con la inmaculada estampa del Cerro Jabalcón tras ella. Será la última foto antes de entrar en sus calles y buscar cobijo y mesa con la Sierra de Baza ya en el zurrón.
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Altiplano granadino. Al fondo, la Sagra. |