30 kms venga a subir. No es muy temprano ni tampoco tarde. No hace calor ni deja de hacerlo. No voy lento ni tampoco rápido. Eso sí: ruedo a Poniente y el sol se me clava a la espalda como un cuchillo.
Eso es lo que siento en la espalda. Un puñal. Y no siento mucho más.
Ahí voy agonizando y en el pueblo de Castalla observo cosas surreales, no sé si por lo extraordinario ante mí o dentro de mí. La suerte echada, ya nada intento, ni aún queriendo puedo escapar. Se huele la encerrona. ¡Qué más da! Escalo a lo alto del pueblo con su espléndido castillo y su barrio arracimado. Luego entre montañas enfilo el largo desfiladero cortado a cuchillo por la autovía. Y pegada a ella una vía de servicio que se convierte en pista, y por últimas, en senda. Creo que era esto lo que venía buscando. Con la Orca toda una aventura mantener la compostura. Ya en Sax las terrazas muy animadas y el tráfico, ídem de lo mismo.
Y cuando cruzo el pueblo las colinas esconden Salinas y su infinita salina. A mi alrededor se alzan montañas de otro planeta, y las casas y alquerias también sin duda lo son. En Madara Alta tomo un desvío y ya estoy en el centro del Universo, donde el GPS deja de funcionar. Encuentro sombra y conversación y alimento para cuerpo y mente. El tiempo pasa entre notas musicales, entre risas y recuerdos.
A las 5 de la tarde el viento en la cara y la mochila cargada. No voy rápido ni tampoco lento, ni hace calor ni deja de hacerlo, ni es temprano ni demasiado tarde. Como en una peli de dibujos animados todo fluye sin parar. La Romana, Novelda, Agost..., cualquiera diría que estoy en casa.
A las 5 de la tarde el viento en la cara y la mochila cargada. No voy rápido ni tampoco lento, ni hace calor ni deja de hacerlo, ni es temprano ni demasiado tarde. Como en una peli de dibujos animados todo fluye sin parar. La Romana, Novelda, Agost..., cualquiera diría que estoy en casa.