Hace 6000 años, las tierras entre Villajoyosa y El Campello ya fueron el límite entre las culturas de El Algar y del Bronce Valenciano. En época íbera, el cercano santuario costero de Malladeta marcaba la frontera de la ciudad, y en época romana estas mismas tierras separaban los municipios de Allon (Villajoyosa) y Lucentum (Alicante).
La Corona de Aragón fundó La Vila Joiosa (La Villa Alegre) en 1300 para consolidar y defender la frontera establecida con Castilla en el tratado de Almizra (1244). La villa estaba rodeada de alquerias moriscas y amenazada por piratas berberiscos. Por eso, la Generalitat se ocupó de su fortificación y mantenía un cuerpo de milicias urbanas y otro de caballería. Las ventajas y numerosos reclamos que ofrecía este territorio de frontera, La Villa Alegre, hizo de ella durante mucho tiempo lugar de ‘peregrinación’ de aventureros de todos los pelajes, estela que hoy día mantiene la vecina Benidorm.
El Cantal en mitad de ningún sitio. Tierra de nadie. Como en los viejos tiempos, guerreros a lomos de nuestras burras recorremos los territorios de frontera. Como antaño territorios olvidados, un olvido que los hace grandes en los tiempos que corren, donde ya no sabemos dónde meternos, territorios perdidos, olvidados. Ahi vamos en estos nuestros territorios de frontera, perdidos y olvidados. Territorios de los que nunca salimos y a los que nunca llegamos. Ahí vamos.
El Cantal en mitad de ningún sitio. Tierra de nadie. Como en los viejos tiempos, guerreros a lomos de nuestras burras recorremos los territorios de frontera. Como antaño territorios olvidados, un olvido que los hace grandes en los tiempos que corren, donde ya no sabemos dónde meternos, territorios perdidos, olvidados. Ahi vamos en estos nuestros territorios de frontera, perdidos y olvidados. Territorios de los que nunca salimos y a los que nunca llegamos. Ahí vamos.