miércoles, 5 de agosto de 2015

send/ Cañón del Río Caracena

EL NIDO DE ÁGUILA
Bien temprano en Tarancueña río abajo por el cañón vadeando el cauce ni se sabe la de veces. Cada vez más adentro hasta Los Telmos, con sus pinturas rupestres. Entre enormes paredones y las águilas sobrevolando nuestras cabezas, -"¿a dónde váis?", parecen decir... Cruzamos por el puente de las carretas para entrar al pueblo de Caracena y ya en la plaza el robagallinas ajusticiado en el royo. Como tantos venidos de toda la comarca disfrutamos de tan aleccionador espectáculo.
Hacia el sur subimos al Castillo, y por la Puerta de Cañicera regresamos a casa. Al rato desviamos el camino para caer de nuevo al cañón del Caracena. Bajamos la vertical ladera de cardos y espinos y en un saliente de la roca el nido de águila. He estado en tu casa, pero no he visto tus ojos. Comemos algo y seguimos bajando hasta el lecho del río. El sol en lo alto y el agua tan fria... Lo cruzamos y ya estamos en la senda. Camina por la senda sin salirte y ganarás el cielo y sus estrellas. Camina fuera de ella, salte, y ganarás igual cielo y estrellas. Camina camina. 

sábado, 1 de agosto de 2015

nocturnaBTT/ MAIGMÓ la nuit

M A I G M Ó  la nuit
"Hace mucha calor
Y aún así comienza a soplar una ligera brisa
Y de lejos llega la voz continua de la mar"
                                           ___Cipriano Rino
Al subir El Palomaret cayendo la noche, empujados por la brisa continua de la mar, ya dentro de la nube que escupe agua. La niebla nos ciega y así coronamos, envueltos en la nada. 
Por los Rasos de Catí la humedad y el sudor pegados al alma, y al pasar El Pantanet a Poniente la increíble tormenta de rayos y a Levante la Luna llena en todo su esplendor. Hipnotizados avanzamos. 
Ganado el Puerto del Xorret, por Planises el aullido de los lobos nos fija la mirada en el profundo e inquieto bosque, templado por la azulada luz de la Luna. Igual cenamos. No estamos solos. El frío sudor al ponernos de nuevo en marcha no hace presagiar nada bueno. 
Endiablada bajada el camino de la Menta, y ahí están los claros ojos clavados, los azules colmillos clavados, las afiladas garras clavadas. Nada que negociar, la suerte echada. Ningún brote de desesperación, sabedor de mi destino. Sólo la sangre fluyengo y el charco que se expande lentamente, como sin querer. La cabeza volteada, la bici volcada en la cuneta y la rueda que gira y no para. No para.