El amanecer plomizo y ya en la cuesta la lluvia. Volar las sendas de Catí bajo el intenso manto de agua no tiene precio. Los caminos y las sendas como ríos, charcas que te engullen, aceitosas raíces que aceleran el rodar, disparado ya dentro del agujero negro. El barro en la boca y los ojos como chinas. Tantas veces paramos y conversamos con la parsimonia del que nada le apremia, como si la lluvia nos resbalase, eufóricos.
En el chamizo de la ermita el frío acaba de reventar el paisaje. Ateridos bailamos todos los retorcidos obstáculos por las sendas mas divertidas, el fuerte aguacero, allá vamos de vuelta, aguas bravas río abajo.