lunes, 24 de junio de 2024

BICIOAVENTURA/ GREDOS oriental

'Dichoso es el que olvida

el porqué del viaje

y, en la estrella, en la flor, en el celaje,

deja su alma prendida.',

Antonio Machado

G R E D O S .oriental

Los días de San Juan a la intemperie por la Sierra de Gredos en su parte Oriental. Unos días inusuales disfrutando de las montañas abulenses en compañía de los muy entusiastas bikebros de Aquí hay BTTema. 
Cuatro jornadas muy distintas entre sí: la primera el descubrimiento; la segunda la etapa reina; la tercera la locura de senderos por el río Alberche y el Embalse del Burguillo; y la cuarta, el cierre con demasiado asfalto y un calor asfixiante. 

Día 1/ 
En San Martín de Valdeiglesias echamos a rodar luego de haber pasado la noche en el Hostal Plaza del Pilar, ejem ejem..., y de visitar el castillo del pueblo, a la vuelta de la esquina, que parece de juguete. 
Medio perdidos para acercarnos a los famosos Toros de Guisando. Aquí se une al grupo Luís, hermano de Alberto, y con él iremos hasta el pueblo de Casillas, colgado en las montañas. Serán kms de risas y pinchazos, también de 'apagón' de mi mvl, con un tramo sin marcar el GPS, igual muy fácil, por zona de valle por la Cañada Leonesa marcada como GR180. Más adelante ya por asfalto una buena subida hasta el pueblo donde, tras digerir unas cuantas Mahou's (donde fueres haz lo que vieres) Luís se despide de vuelta a su casa y el resto nos adentramos en las montañas con la ilusión de un niño y la determinación de un gladiador🪓👹👹👹👹👹🪓 
La cara Sur de la Sierra de Gredos Oriental nos resulta sorprendente. Por los espléndidos bosques de castaños y robles y por la proliferación de fuentes. Unos paisajes fabulosos que nos hacen olvidar las montañas pirenaicas, nuestro tradicional destino en estas fechas. 
El terreno, un continuo sube y baja en general por pistas bien sentadas, y donde se suceden gargantas tras gargantas de una belleza inaudita. ¡Espectacular! En una collada mesa y mantel y, tras el bocado, la pedalada que nos lleva inexorable hasta el cerrado valle donde descansan los pueblos de Mijares y Gavilanes
Sentados en el Bar Bomba, damos cuenta de un plato combinado remojado con unos cuantos botellines Mahou y la impagable conversación con el abuelo Pelayo, bastón en mano, dueño del local, que nos pone al corriente de la vida en las montañas abulenses. 
Levantamos el culo con la noche en ciernes y remontamos a la parte alta del pueblo donde nos espera un merendero para montar el vivac. Será una noche maravillosa bajo las estrellas y una Superluna Rosa absolutamente increíble. Un sueño. Una fábula. Un regalo. Un milagro.  

Día 2/ 
Bien temprano de vuelta al Bar Bomba, desayuno y aseo. La luminosa mañana y en bajada por asfalto al cercano Gavilanes. La vida de pueblo, las fotos, y a la salida una pared infernal. Aún los campos cercanos al pueblo la vida campesina. Y pronto unas cuestas bien locas y encaramándonos poco a poco, ganando altura. Le damos la vuelta al tremendo Risco de Sierpe y caemos al pueblo de Pedro Bernardo. No entramos y seguimos en bajada al Embalse de Lanzahíta, un lugar lejano de todo. Inmenso. 
Luego terreno más amable y el calor que se impone en el centro del día. Cerca del Puerto de la Reina echamos el bocado a la sombra de unos pinos y, de nuevo en marcha, salimos a asfalto que nos meterá en el pueblo de Santa Cruz del Valle, donde buscamos cobijo del sol y, entre café y café, la charra con la gente del pueblo. Impagable. 
De nuevo al lío, las nubes cubren el cielo y con unos grados menos nos disponemos a atacar el ogro de la travesía: la ascensión al Puerto del Pico. Nos lo tomamos con calma. Pronto entramos en el engalanado pueblo de San Esteban del Valle, que celebra boda. Precioso el pueblo y más la novia❤️❤️ Salimos por una carretera sin apenas tráfico y muy sombreada ganando altura con espléndidas vistas del Valle del Tiétar. 
Ya sobre el temido Puerto del Pico, con su famosa Cañada Real empedrada de tiempos de ...los romanos?, tomamos una pista a izquierdas para adentrarnos en la cara Norte de las montañas. Hace frío y el paisaje ha cambiado, dominando ahora grandes extensiones de pino negro, propio de zonas de alta montaña. Por fin coronamos lo que será la cota más alta de la travesía. Estamos en paisajes alejados del mundo. O eso parece, porque en breve nos topamos con cientos de toros y vacas. Impresiona. Pasamos algunos cercados y el miedo a ser corneados solo lo aplacamos al hablar con un guarda forestal que nos informa que se trata de la raza Abuleña negra y afirma que son mansos. Aún así evitamos la manada y ya en franca bajada por un valle que esconde el nacimiento del Río Alberche. 
Cayendo la noche cruzamos el puente romano para entrar en San Martín del Pimpollar, y directos a la parte alta donde está el bar del pueblo. 
Estamos de fiesta. Caballos, todoterrenos, mucha gente, ganaderos. Es la Trashumancia. ¡Increíble!! La charra con las gentes del pueblo mientras nos preparan unos chuletones de Ávila que aún hoy, recordando el momento, me saltan las lágrimas. Aún nos quedará un sorpresón cuando nos ofrecen para dormir la sala multiusos del Ayuntamiento, a donde nos dirige el alguacil del pueblo con gran maestría al volante. ¿Los hay con suerte? 

Día 3/ 
Recogido el vivac en la sala multiusos y bien aseados nos ponemos en marcha sin desayunar. Anoche la fiesta acabaría tarde y a la mañana no abrirán el bar hasta mediodía. Así, le tiramos por el monte dirección Hoyocasero sin nada en el buche. Enseguida el terreno nos sorprende. Se acabaron las pistas anchas. Rodamos por sendas semiperdidas, llanadas anegadas de agua, muchas reses por todas partes, zonas de pateo. Puertas que fijan lindes para el ganado. Tan bonito como intenso, el avance trabado. 
Nos da alcance un ciclista cargado como nosotros y aún más, que salió de su casa en Parla y hace una ruta similar a la nuestra. Así iremos hasta el pueblo de Hoyocasero, en cuya plaza restamos para almorzar. 
Cuando levantamos asiento seguimos camino en busca del río Alberche. Serán kms de difícil navegación, hasta que, tras cruzar un precioso puente, tomamos un impresionante sendero, a ratos aéreo, con el Alberche a nuestros pies. Muchos tramos de pateo, y más adelante viramos a derechas para remontar la Garganta Fernandina hasta un puente con una magnífica pradera donde echamos un más que merecido baño. 
Muy cerca, en subida, entramos en el pueblo de Navarrevisca, muy animado a la hora del vermut. Nos sumamos a la fiesta y levantaremos el culo con toda la canícula para rematar una tarde de una dureza bicicletera abusiva jeje 
El agobiante calor no ayuda en el avance, pero igual ahí vamos sobre terrenos dispares, en continuos sube y bajas cada vez mas alejados del mundo. Algunos caseríos, abandonadas o casi, residuos de otras vidas, tiempos pasados. La naturaleza exuberante. Los ríos y los bosques, y las enormes rocas de granito...la Edad de Piedra... 
Más adelante, tras cruzar una carreterilla, entramos en el pueblecito Morisco, que da nombre a la fabulosa pista que lleva dirección Burgohondo. Ríos y campos de vides nos acompañan, y el calor que no falte. 
A la entrada a Burgohondo repostamos en la fuente. Estamos asfixiados. El descanso nos viene de perlas, y de aquí en adelante estamos en la 'civilización': pistas rápidas entre casas solariegas y terrenos de labranza que nos meten en la populosa Navaluenga, y más allá más de lo mismo hasta ganar el Embalse del Burguillo. Se pasa un primer tramo muy trabado, sobre sendero muy rocoso con muchos escalones. Luego, tras ganar un pequeño alto, la senda más limpia y así hasta ganar una zona de playitas y al poco la brea. Algunos sube y bajas, algunas cuestas importantes. Pasamos las pedanías de La Rinconada y Las Cruceras, y, más allá de la presa, caemos veloces al pueblo de El Tiemblo. Damos medio por casualidad con una espléndida hamburguesería donde nos preparan carne de buey. ¡De fábula! Y directos, con la noche a cuestas, bajamos al idílico Charco del Cura, donde montamos el tercer vivac de la travesía. 
 
Día 4/ 
Hemos dormido como lirones acompañados de patos y sapos, y en la primera mañana ponemos rumbo de vuelta a El Tiemblo, donde desayunamos y nos vamos en busca del pueblo de Cebreros por el espléndido puente de Valsoro y sus tramos de calzada romana rescatados del paso del tiempo. Algún contratiempo en forma de bikepacking por los aires y, cargados de agua, salimos del pueblo por la comarcal que lleva a Robledo de Chavela. Nada reseñable más allá de pinares inmensos y un calor sofocante. Se hace muy pesado, un infierno. Y así, asfixiados, llegamos a un cruce en el que tomamos una pista abierta a derechas con toboganes de todos los colores y reses a gogó que nos lleva directos al Embalse de San Juan. Aquí salimos a asfalto con mucho tráfico. Ganamos fácil el pueblo de Pelayos de la Presa y por Vía Verde directos al punto de partida en San Martin de Valdeiglesias, donde cerramos la aventura.


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