pelotaris y bicicleteros
Espectacular día en Alcoleja, donde vamos Fernando y yo con el sano propósito de animar a los aspirantes pelotaris de Benimagrell ante los invencibles de Sella en la gran final de Perxa. Ya de paso preparamos una buena ruta bicicletera para saborear algunos de los fabulosos rincones de estas salvajes montañas del interior alacantón.
Con el pueblo por despertar y dando pedales en dirección a Ares del Bosque, bonita pedanía al otro lado del valle, frente a Alcoleja. Y detrás la impresionante mole de la Serrella, que nos proponemos coronar. Al poco, paredones imposibles nos hacen echar la burra a cuestas por un buen trecho. Cada vez mas altos ganamos una pequeña collada y poco después saltamos a una pista ancha y bien sentada que nos da alas. Llegamos a un cruce y directos a la cumbre. Una colla de caminantes valencianos nos invitan a un herberet. ¡Mareeeee, que bien sienta en día de fiesta con el bocata y los frutos secos! Las vistas tremendas de la provincia y de todo el País Valencià hasta el aeropuerto del abuelo y más allá.
Rápida bajada hasta la Font Roja, donde sí o sí echamos pie a tierra. La complicada senda y la bici de nuevo a cuestas en un esfuerzo que semeja interminable. Llegamos a las famosas Agulles dels Frares, unas formaciones pétreas verticales que parecen eso: frailes a la espera del Juicio Final. Y enseguida entramos en un precioso bosque y la senda cada vez mas abierta hasta que por fin podemos montar de nuevo nuestras bicis. Barrancos vestidos con los colores del otoño, campos de manzanos, kiwis, cerezos..., hasta entrar en Cuatretondeta. Aquí tomamos una pista asfaltada que nos llevará en un continuo sube y baja, pegados a las faldas de la Serrella, hasta el estupendo pueblo de Benasau, con su iglesia parroquial, sus casas-palacio, y sus fuentes. Enfrente, bien cerca, ya solo nos queda un rato por entrar en Alcoleja.
Alcoleja tiene muchos encantos, y uno de ellos es la Torre circular en el centro del pueblo. En sus tiempos formaba parte de un palacio que con las herencias quedó dividido en dos buenas casas. A la que pertenece la torre no se puede visitar, si bien es Patrimonio Cultural... Y la otra, convertida en bar, está regentada por hermana y hermano que no tienen inconveniente en enseñar y contar las mil historias que rodean palacio y pueblo. En las brasas de la antigua chimenea preparan chorizos, longanizas, huevos, patatas, pan, lomos..., y el vino con casera, ginebra y trozos de manzana y peras del huerto que aplaca nuestra sed mientras contamos viejas historias, sex & roll, que se entrecruzan con los motoristas de la tele. Salimos del bar doblaos por el pelotazo ginebrero, y a la vuelta de la esquina los pelotaris hacen lo propio en una partida de Perxa a la que nos sumamos cámara en mano y vestidos de romanos. El espectáculo, de una plasticidad inusual. El gentío que abarrota la calle atruena con sus cantos y aplausos a cada jugada. Y la pequeña pelota negra que vuela de lado a lado, cualquiera diría que por extraños albedríos que ni siquiera los dioses controlan. Y ahí están ellos, los mejores pelotaris del país, guiando su destino en un baile que nadie sabe quién inició y nadie verá acabar ¡Larga vida a la Pilota valenciana!!
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