


Subimos ahora por asfalto y venga a subir, alguna pared, y de nuevo por pista rota para ganar el alto de la Moleta, donde nos sorprende la noche.


Damos cuenta de la poca comida que llevamos y los tres a una buscamos la senda que nos saque del lecho seco del río. Toca portear las bicis un buen tramo por senda vertical que a veces se asoma peligrosa al precipicio. A merced de la tenue luz de Jorge y de las estrellas, a tientas vamos, como locos. Paso a paso, fiándonos de las sombras como única verdad, avanzamos torpemente. El silencio asusta, llamándonos de vez en cuando para sentirnos seguros, protegidos... Solo el penoso escalar con las bicis a cuestas. Cuando paramos para tomar aire ahí están las estrellas reventando el cielo. ¿Estamos solos en la galaxia?

Y también para mi cabra, que supo llevarme de vuelta a casa una vez dejé atrás amigos, ciudades y luces, elevándome entre las estrellas en el estruendoso silencio, rodando mi mente lejos de todo, agazapado en la nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario