sábado, 11 de abril de 2015

biciAVENTURA/ MARRUECOS. De Fez a Tánger

Un paseo por la verde M a r r u e c o s

***NOCHE Y DÍA CERO
Pensat i fet. La bici y las alforjas inmaculadas y en la Cali dirección Tarifa. Es medianoche, jueves santo. Miguel, Fernando, Jorge y el que escribe nos turnamos conduciendo toda la noche, y a las siete de la mañana tomando el ferry a Tánger. Parece un sueño, tanta distancia en tan poco tiempo, y ya en el país vecino, hermano, amigo. 
 

Comemos algo y ya paseando las avenidas de la ciudad norteafricana. En un banco compramos dirhams y derechos a una estación de autobuses. Nos intentan estafar y lo consiguen. Somos guiris y llevamos dibujada en nuestra cara el símbolo del dinero. Cabeceando en el nauseabundo autobús dirección Fez, bien repleto y el olor a muerto del abuelo que llevo sentado a mi lado y que lo impregna todo y a todos. Los verdes campos, las aldeas llenas de gentes, que no se sabe qué hacen, ni a donde van, ni de donde vienen. Quizá ni ellos lo saben. Mejor no preguntar. Me quedo con el pausado ritmo de la vida. Aprendo a cada aliento, los ojos como platos, el corazón de par en par. Los campos campos, los ríos ríos, los poblados poblados, la basura basura, la mierda mierda. ¡Bienvenidos a Marruecos!

El sol quema en lo alto y allá vamos, avanzando por una inabarcable llanura. Al tiempo, parada a comer en una aldea. Cuando salimos, las montañas a lo lejos se acercan inexorables. El ruinoso autobús sube que te sube. Aldeas y más aldeas, creemos haber llegado a Fez, la ciudad santa, y en verdad estamos en Meknes, la ciudad imperial, con sus tremendas murallas y puertas. Dando tumbos en el destartalado y apestoso autobús, ya casi parece que llevamos media vida en él. Cerca de ocho horas y al fin nuestro destino: Fez. Montamos en las bicis y entramos de cabeza en el s.XV o más allá. Las gentes, los puestos de venta de todo y de nada, los animales, el bullicio de una ciudad milenaria que arde en humanidad. Rodamos calle abajo, los puestos y tenderetes y las gentes por todas partes. Pasadizos, callejas y callejuelas, muchas sin salida, un laberinto de morirse. Damos una vuelta y salimos por el exterior de la Medina. Respiramos hondo, ya hechos a la idea, y decidimos buscar aposento. A éstas, Miguel rompe el transportin. Buscamos una herrería y nos hacen un apaño. Directos al centro de la Medina, el Riad Marwa nos impresiona, con su diminuta escalera y sus pasillos llenos de catres, y la ducha y la taza turca en medio de la habitación. La sonrisa instalada en nuestros rostros, eufóricos, salimos a pasear. El ajetreo de la ciudad es apabullante. Cenamos en la calle bajo el arco de una puerta de la Medina, con la salmodia  del muecín de hilo musical. Reventados, ya dormidos antes incluso de caer en el mísero catre.
 
DÍA UNO/ FES _ JORF EL-MELHA
El muecín nos despierta a las cinco de la mañana y poco después ya rodando a la parte baja de la Medina en busca del famoso Barrio de los Curtidores. Un marroquí nos guía, si no es por él, imposible llegar... Con las primeras luces del día y ya hay gente trabajando. No hay palabras para describir lo que vemos. Suerte que están las fotos... Salimos de allí como eclipsados, enloquecidos, transportados ya y por todo el viaje en una increíble alfombra voladora, rotos todos los parámetros de la razón. Los laberintos semidesiertos, todo un espectáculo. Al rato por la parte de Fes el-Jedid, donde los seguidores de Mahoma fundaron la primera Medina, y mas allá por los barrios más alejados y míseros de la ciudad, donde los chicos y chicas de las madrasas salen como locos a jadearnos, como héroes del Tour..., o guerreros griegos, o turcos... 
Y más allá por fin el campo abierto, la inmensidad de los campos inmensamente verdes. Y las carreterillas ondulantes, y los campesinos con sus borricos acarreando agua, alfalfa, enseres..., y las ovejitas. Todos tan atentos al saludo. ¡Cómo cuidan las buenas formas! Kilómetros y kilómetros subiendo y bajando colinas con el sol ya bien alto y apretando fuerte, con picos cercanos a los 40ºC. Comemos y tomamos té y echamos una partida a las damas..., todos necesitamos tomar aire, y más que nadie Miguel, poco habituado a la bici. 
Y de nuevo en los campos abiertos, inabarcables, y las gentes todas asomadas a los caminos, las vías de comunicación, como siempre, por los siglos de los siglos. ¡Bienvenidos a Marruecos! 
 
 
Por la tarde llegamos a Jorf el-Melha. Comemos en la calle como si no hubiera un mañana. Apenas nos faltan unos kms para sumar por encima de los 100 en la etapa, un mito para mis compañeros de viaje. ¡A por ellos vamos!. La tarde cayendo, y al poco de sumarlos, dejamos el camino y nos encaramamos en lo alto de una colina. Mirando a La Meca montamos el vivac. Aún estamos hablando dentro ya de los sacos y unos chicos aparecen de golpe del otro lado de la colina. Caminan de aldea a aldea en medio de la noche. ¡Casi caen sobre nuestras cabezas!  Se asustan tanto como nosotros. ¡Todos creyéndonos solos, todos acompañados! 
La luna llena apenas se deja ver por las nubes, que irán creciendo hasta descargar a eso de las 4 de la madrugada. ¡Qué jodida suerte! Soportamos medio dormidos el chaparrón dentro de los sacos ya bien calados, sin apenas inmutarnos. Jorge dice que deberíamos irnos. Nadie le hace caso. Seguimos dormitando, el agua que lo traspasa todo. A la mañana ha dejado de llover. Recogemos el empapado vivac y nos ponemos en ruta. 

DÍA DOS/ JORF EL-MELHA _ KSAR EL-KEBIR
Los campos ondulados tan verdes, pequeños rebaños de ovejas y de cabras y de vacas, y sus pastores, niños, ancianos, mujeres, también hombres, y sus perros. Las furgonetas que pasan a toda mecha cargadas a reventar de gentes en lo alto, las puertas abiertas, de cualquier manera. ¿A dónde van? Mejor no preguntar... En una destartalada gasolinera almorzamos. Nos invita Fernando, que cumple años. En verdad nos invita siempre; es el tesorero del grupo y paga por todos;)) Nos ponen té y pan y nosotros sacamos el fuet traído de casa. Los amigos marroquíes también nos sacan aceite hecho por ellos y prueban el spanish fuet...
Las aldeas de chabolas de barro y uralita, los cercados para los animales, los cementerios abiertos a la vida, en medio de la inmensidad de los campos, en cualquier sitio, erguidos orgullosos. La amabilidad en cada saludo. ¡Salam 'ualeikum!


Entramos en un pueblo y comemos como los marroquíes. Su comida la nuestra, su agua la nuestra, sus manos las nuestras, su estómago el nuestro, su hambre la nuestra. Mientras, la ropa y los sacos a secar. Y ya nuevamente en los caminos, un sube y baja constante. Cruzamos el brazo de un río, emocionados por la aventura. Los niños en las aldeas jugando, o yendo o volviendo de la escuela, o acarreando agua en burros, o lanzando piedras que rebotan en la espalda de Fernando siguiendo luego trayectorias impredecibles, imperceptibles..., como estrellas en el ancho cielo... 
Salimos a una carretera y entramos en Ksar el-Kebir. Ducha y receso en el Hotel Madina y su Salón de Té anclado en el tiempo. Paseamos la bulliciosa Medina llena de vida, absortos por la autenticidad del lugar. Descubrimos vestigios de la ocupación española hasta mediados del siglo pasado. Cenamos y descansamos en nuestros catres esperando el rezo del muecín, que imaginamos poderoso desde el alminar de la mezquita frente a la azotea de nuestra habitación.
 
DÍA TRES/ KSAR EL-KEBIR _ ASSILAH
Con las primeras luces salimos por la carretera dirección Larache. Al rato tomamos un camino que ya no soltamos hasta esa ciudad marítima. Serán unos cuarenta kilómetros zigzagueando junto al enorme río Loukkos. Todo un placer, venga risas y más risas. Algún pinchazo y ya en Larache. Paseamos su Medina y comemos pescado hasta reventar. Con el sol en lo alto tomamos la carretera de la costa dirección Norte. No sabemos si montar un vivac en la playa o llegar hasta Assilah. Las primeras rampas nos hacen recordar el cansancio acumulado. No es fácil llegar a la costa y seguimos por asfalto. Al final nos sale un etapón de 90kms. Assilah es una pequeña ciudad muy turística. La antigua Medina rodeada por una muralla levantada por los portugueses, una maravilla. Merecida ducha, paseo, cenón, y descanso...hasta la hora del canto del muecín.





 
DÍA CUATRO/ ASSILAH _ TÁNGER
La última etapa, más corta y con menos desnivel, acabará convirtiéndose en la más dura. El viento que ya soplaba ayer por la tarde se convierte hoy en verdadero huracán. Enfilados al Norte sobre el asfalto, a Poniente el gran océano, y a Levante, el temible viento, que nos hace avanzar penosamente, jugándonos la caída a cada pedal, sobre un hilo kilómetros y kilómetros. Más pinchazos. Sólo nos mantiene la moral pensar en la cercanía del Estrecho. Una carreterilla por detrás de la Zona Franca de Tánger nos mete en el Parque Natural del Cabo Espartel. Llegamos a la famosa Gruta de Hércules, que no podemos ver porque está en obras. Sólo nos llevamos, y no es poco, una simpática foto con unos currantes. Comemos un exquisito tallin frente al mar océano y unos camellos, parapetados del rugiente y violento viento por la ruinosa chabola-restaurante. Otra foto más en el mítico Faro Espartel y ya estamos subiendo el puerto del día con el viento ahora de frente. La temperatura por debajo de los 15ºC cuando por fin entramos en Tánger. Llegamos a una plaza enorme llena de banderas marroquíes que da entrada a la antigua Medina. Aparcamos las bicis y nuestros maltrechos cuerpos en la Pensión Gibraltar y, tras la merecida ducha, nos vamos a pasear. El bullicio enorme en la vieja Medina..., nada como la vida en la calle de las ciudades árabes. Compramos algún souvenir, nos dejamos llevar por las callejas sin fin, las gentes tan simpáticas y atentas, nos dejan entrar en un santo lugar sufí... Y una noticia que nos deja helados: el fuerte temporal de viento ha impedido el tráfico marítimo durante todo el día, y mañana se espera algo parecido. Confirmamos la noticia en el Puerto y vuelta a pasear. Cenamos y al catre. Con el gesto algo torcido, sólo nos queda esperar.


 
 
DÍA Y NOCHE CERO***
Despertamos con el canto del muecín, ¡cómo no!, y al rato en el Puerto. Noche cerrada, llovizna y frío, para oír lo que ya sabíamos: no hay barcos que crucen a la Península. Incrédulos, sin saber qué hacer, y los  marroquíes que se nos acercan ofreciendo mil soluciones, cuando no las hay... Somos guiris y claro, llevamos marcado en la frente el símbolo del dinero... También conocemos a unos españoles que vienen del Sur, de Ouarzazate, del rescate de unos espeleólogos que encontraron la muerte en su travesía por las gargantas del Alto Atlas. La noticia la medio conocíamos por Internet. Su relato nos deja mudos. ¡Qué poco valor tienen las cosas cuando lo que se pierde es la vida...!
Desayunamos en el Paseo Marítimo, en el Café Mamouna, con los primeros rayos de luz colándose entre las veloces y negras nubes. Por un día la misma vida lenta de los marroquíes, disfrutando del aleatorio devenir de las cosas, de la vida. ¡Baraka baraka!

 
De vuelta a la Medina nos alojamos en la Pensión Madrid por 50 cochinos dirhams, el cuerpo hecho a todo y a más. Una cabezada y nos vamos a ver la antigua Kasbah, donde quedo impactado frente al mausoleo del gran geógrafo y aventurero árabe del siglo XIV, Ibn Batuta. El día de regalo en tierras marroquíes me ha regalado a su vez este encuentro con mi época de estudiante de árabe. Vuela mi imaginación tras las huellas del gran maestro.

Sardinas y té para comer. Mas té para la siesta, la vida relajada marroquí, igual la nuestra. Y a la noche unos shawarmas y al catre.  
 
A las seis de la mañana, bajo una coránica tromba de agua, los hermanos sirios, el muchacho yemení y el palestino que escribe, lanzados calle abajo con las bicis, alforjas y lucecitas, de la Medina al Puerto. Embarcados en el ferry a Tarifa, calados hasta los huesos, henchidos nuestros corazones con toda la gratitud por estos días maravillosos, ya vemos cómo se aleja la costa africana, de vuelta a Al Andalus, de vuelta a casa.
Por siempre Marruecos
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