domingo, 17 de junio de 2018

VIVAC.BTT/ Formentera

L A  B E L L A  P E R L A  F R M E N T E R A  l a d y
A media noche tocamos tierra. La barca encayada en la isla bonita. La luna en cuarto creciente, las estrellas y la luna. Como náufragos deambulamos por la playa recogiendo los enseres, y por la accidentada costa y sus bosquecillos de pinos y savinas, costeando costeando en busca de un lugar donde reposar nuestros huesos. La luz de la luna y las estrellas y la de algunos barcos a la deriva, y nuestras lucecitas amarradas a la bici, también a la deriva. En un claro del bosque tiramos las esteras. Nos sentimos salvados dentro de los sacos. Y al mirar al cielo el Universo entero. Todo tan quieto ahí arriba y aquí abajo, o al menos eso parece... El absoluto silencio, la más bella armonia. 
A la mañana el sol implacable. Resguardados a la sombra de las savinas abrimos un ojo y luego el otro. Ya en ruta perdemos la cabeza en el laberinto de salinares, con sus canales y sus pájaros, el agua por todas partes. Avanzamos sin querer, casi sin querer, en busca de la belleza, que en esta isla está en todas partes. Descubrimos que no estamos solos; gente hay, pero como de otro planeta. O quizá lo son de éste y nosotros los extraños. 
El sol aprieta de lo lindo cuando encontramos cobijo junto a un llaüt en su caseta-varadero. El agua cristalina a nuestros pies y sobre las rocas, cormoranes y gaviotas. Cerramos un ojo y luego el otro, solo el sonido del mar, la dulce calma. Despertamos quién sabe si el mismo día u otro cualquiera; a estribor del viejo llaüt luce espléndida mi bella perla. 
Al tiempo montados en las bicis damos pedales para ganar La Mola. En la subida descubrimos paisajes excepcionales y cruzamos nuestro rodar con cicloturistas como nosotros. La sorpresa es mayúscula. Por las cosas del azar acabamos compartiendo mesa en el entrañable Can Toni. Espejo que todo proyecta. 
La Mola no tiene playas, pero su fabulosa planicie a orillas del cielo bien vale todo el oro del mundo. Cuando se acaba la tierra nos topamos con el imponente faro de Formentera, y detrás de él nace una alucinante senda que bordea los acantilados hasta meternos en el inquietante Caló des Mort. Son los días más largos del año y el sol cae lentamente frente a nuestro abrigo volcado al mar. La emoción no tiene limite. Como en la era troglodita, tiramos las esteras al suelo y descansamos profundamente, mecidos por las olas, infinita melodía.
 Amanece un nuevo día y al levantar el vivac dejamos la puerta abierta de par en par. La sinuosa costa de Migjorn y sus calas relucientes. Retorcido el avance en busca del otro faro de la isla, el de Barbaria, con su torre vigía y su cueva musical. Luego en Cala Saona baño de multitudes. Reponemos fuerzas colgados frente al acantilado. Increíble marco el Mediterráneo y al fondo Es Vedrá . El sol resistiendo a caer cuando ponemos rumbo a La Savina, donde sabemos nos espera encayada la barca. 
verTRACK/ FORMENTERA
Paseo fotográfico:
Platja des Illettes
Salines d’en Marroig
La fondo, La Savina
Platja de Es Pujols
Es Caló
Caló des Mort
Faro de Barbaría
Torre de Barbaría. Al fondo, La Mola
Es Vedrá desde Cala Saona
Es Vedrá desde el Estany des Peix
Es Vedrá desde el Ramón Llull

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