domingo, 6 de marzo de 2016

BTT/ Jumilla- Pitón Volcánico de Cancarix

EL PITÓN VOLCÁNICO DE CANCARIX

Si alguna vez por una remota casualidad te enteras que existe un lugar en el mundo llamado Pitón Volcánico de Cancarix puede que sientas unos deseos irrefrenables de conocerlo. Si en esas vas, has de saber que probablemente no veas a nadie en unos cuantos de kms a la redonda. Sólo desoladas tierras azotadas por el viento y el implacable sol marciano. Ve preparado para la soledad. Cuida de tu respiración, y si no quieres oirla hazte con unos auriculares de los chinos..., o mejor, ve acompañado. No dudes en echar doble de agua, un par de bocatas e higos turcos o dátiles tunecinos a discreción. Igual el hambre y la sed te atraparán. 

Bien temprano sobre las burras, el frío instalado y el viento de cara, salimos de la colosal Jumilla, con su altísima alcazaba y sus callejas milenarias. Enseguida al lío subiendo por barrancos abiertos disfrutando de alucinantes vistas jamás soñadas. Y las montañas que se acercan y te tocan. Y los lechos de ríos que en otras vidas llevaron agua, el preciado elemento. Y las casas fantasma con sus pozos secos, o casi. 
Y el aroma a ni se sabe, claro, estás en otro mundo y huele diferente. Y nadie por todas partes...

Avanzamos escapando
 de fuertes rachas de viento. Un viento que parece mecer nuestro destino avivando los sueños más profundos. Igual rola el viento y rolan tus pensamientos, y rola la rueda que te lleva a quién sabe dónde, en estas tierras de otro planeta. Avanzamos sin darnos cuenta, entrando en un mundo sin igual, atentos a los cambiantes paisajes, como esperando que en algún momento pase algo, o alguien... Y es entonces que aparece delante nuestra, a lo lejos, cerrando un fantástico valle, la deseada montaña: el Pitón Volcánico de Cancarix, majestuoso e indomable.

En bajada hasta la pedanía de Cancarix habitada más que por gatos, tan orgullosos. Y al encarar la montaña perdidos. Sin pistas ni sendas avanzamos penosamente por campos de vides, hundidos los pies, hasta un collado. Y en él la senda que retuerce la montaña por fuera. En el valle los ríos Segura y Mundo y sus enormes pantanos delimitando territorios. Y enfrente, al tiempo, el cruce que nos mete de lleno en el soñado Pitón de Cancarix, el cono volcànico perfecto. 

Dentro del cráter al mirar arriba el cielo eléctrico y de golpe un dron se posa delante nuestra con un bocata de morcilla, las aceitunas y el agua convertida en vino, tinto, por supuesto. Y al montar de nuevo en las bicis el manillar alas que nos elevan lejos, bien lejos. Y al mirar abajo la reseca tierra lunar, marciana,  torna verde pradera. La tortuosa barranca por la que ganamos el Pitón manantial exuberante. El duro viento enloquecido ahora a las espaldas nos empuja sobre sendas sin par y cañadas rebosantes de árboles frutales.
Y rodando ya de vuelta por la inhóspita Sierra de las Cabras vemos aparecer a un viejo pastor con su rebaño como en los tiempos lejanos. Asombrados de ver a alguien por fin en el largo día, nos dirigimos a él. Y vemos cómo de sus recias manos cuelga una cabritilla no sabemos si muerta o recién nacida. ¡El milagro de la vida! Y al hablar con él la amplia sonrisa y las justas palabras. El cabrero sigue su ancestral camino por las montañas de vuelta a su hogar, el viento marcado en su cara, el sol ya bien bajo. La vida siempre te regala una última sorpresa. 

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