Una escapada sin igual para despedir el fantástico 2015 y dar la bienvenida al mágico 2016. Porque mágico es distinguir los colores en la oscuridad, oler la brisa inherente de las solitarias cumbres, sentirte uno más de los animales del bosque en la inquieta noche.
Cayendo la noche el vivac preparado en la Font de Mariola y listos para atacar la subida al Castell. El encapotado cielo presagiando lluvia. La senda empinada y al rato encaramados en lo más alto, con los frontales, el cuchillo trapero y la vara antiosos, y la brisa que se levanta como una premonición.... Tan mágico lugar y ahí vamos saltando de roca en roca. La bajada por la cara norte bien pronto perdemos senda y mojones, cayendo a la brava por donde no pasan ni los jabalies.
De vuelta a la Font sacamos los tapers y brindamos con el delicioso cava bajo el enorme nogal, abducidos por tanta belleza. Todo sabe a gloria en tan mágico momento: la tortilla, los filetes empanados, las uvas, el cava..., y hasta el frío, que aparece para marcarnos el rumbo al nido. Y el sueño reparador por horas y horas y más horas, como en el túnel del tiempo, que limpia de historias farragosas y los pesados pensamientos, limpios.
A la mañana el cerrado cielo igual de encapotado y el tiempo varado, como sin pasar. Las ensaimadas, los chocolates y los zumos, engullidos en los sacos. Y cuando por fin nos ponemos a la faena el azul cielo que rápido y poderoso se adueña de todo.
Por la cara norte de la Lloma del Caball avanzamos en franca subida. Cuesta hacernos a la idea cuando por fin ganamos la Foia Ampla. Las sendas divertidas y otras no tanto hasta caer a lo más profundo del Barranc del Bou, y luego por el Mas dels Capellans al Barranc del Zinc, que transitamos como en un sueño. Ya afuera por los altos aires de Alcoi al Preventori, donde almorzamos tranquilamente y de vueltas por pistas asfaltadas en la más completa soledad deshaciendo el largo camino al centro de la tierra, del universo, de la galaxia..., a casa.
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