C a l a s p a r r a
Muchos pueblos bonitos tiene la Región de Murcia, pero hay uno por el que siento particular aprecio: Calasparra, ¡qué musicalidad! Por las lejanas Tierras del Noroeste se extiende bajo un poderoso risco este fantástico pueblo con unos cuantos tesoros. Y entre ellos dos que brillan con especial fuerza: mis dos amigas y compañeras Nuria y Celeste, a las cuáles mando un efusivo abrazo desde estas líneas.
Un momento para la historia visitar estas legendarias tierras por las que pasaron las tropas del gran Aníbal en su conquista de Roma y donde encontró la muerte su tío Asdrúbal, ahogado en las bravas aguas del Mundo. Más si cabe al hacerlo con mis hermanos vagabundos marroquíes, junto a los cuáles todo adquiere un especial color.
Amanece entrando en el pueblo. Algunas reparaciones de última hora, ¡cómo no!, y ya dando pedales en busca del cauce del Segura.
Llaneando nos adentramos en un mundo olvidado, entre verdísimos campos de arroz y el estruendo del crecido río. Pescadores y jornaleros en los campos de trigo y recolectando la remolacha. Avanzamos por la vía del tren hasta llegar a la antigua estación.
Mas adelante entramos al impresionante Cañón de los Almadenes. Almuerzo a las afueras de las pedanías de Las Minas y Salmerón y siesta de Miguel mientras el resto hacemos un meandro imposible (qué morro le echan algunos;)
Luego avanzamos por unos altos para caer de nuevo al río en su confluencia con el Moratalla. Y de ahí a un difícil paso para salvar un meandro, colgadas verticales las bicis al cuello, entramos en la Senda de la Huertecica, que recorre el inigualable Bosque de Ribera de Cañaverosa. En el restaurante del Santuario la paella de conejo y caracoles para relamerse una vida. Aún nos restarán unos kms para entrar de vuelta al pueblo, y ya en el coche de regreso a la terreta.
No hay comentarios:
Publicar un comentario